31 de agosto de 2006

20 años

Incapacitado de escribir algo decente, dejo que mis dedos fluyan por el teclado y creen a su parecer palabras que les parezcan bonitas. No es por voluntad propia que escribo, sino que la carencia de sueño a tales horas de la noche no me deja otro remedio. De fondo tres violines y un violonchelo acompañan el sonido de mis dedos golpeando cada tecla. A mi izquierda y sobre la mesa, una vacía tasa de café aún humea. Todo es tranquilo y soledad, excepto mi corazón, que aún late algo agitado.
Pero para entender un poco más la situación nos remontaremos unos minutos atrás, cuando en mi cuarto, en mi cama, tomaba el cuarto tomo de Veinte Años Después de sobre mi escritorio. Saqué con cierta ternura mi marca-libros y comencé a leer.
“Capítulo XCII: Conclusión”. Este pequeño capítulo de unas apenas 6 carillas despidió a mis más fieles compañeros de este último mes y quién sabe cuando los vuelva a encontrar.
Me paré al instante. La despedida de 4 amigos en tan solo 6 carillas no es un hecho que pase así de desapercibido. Comencé a caminar agitado, pensé en el futuro de cada uno. Uno, junto a la señora Longueville se irá a Picardía. De Feré volverá a su casa y esperará allí a María Michon. Otro volverá a sus castillos, consiguiendo como quería, que su escudo se viera realmente importante. D’Artagnat se quedará en parís, quizás llegue a Mariscal.
Por último, yo. Mi viaje es arto más largo, ya que no solo cruzo el Atlántico, sino que el viaje me dura poco menos de 4 siglos. Pero sé que no duraré mucho. Las valijas siempre están prontas y yo dispuesto. Tan solo hay que esperar el momento. ¿Y quién sabe? Quizás vuelva a verlos.

Santiago Garat

1 comentario:

lu. dijo...

amor, es increible.
sabes el mal humor q tenia hace dos minutos?? nono, no sabes, no tenes idea... bueno, era terrible.
y... y... nada. eso.
q te amo.