-¿Tiene grog? –le pregunté al cantinero.
-¿Tiene cédula?
-Si, por supuesto. –le dije alcanzándosela.
La miró con dificultad y me la devolvió. Enseguida fue a buscar una botella detrás del mostrador y sacando algo que parecía más a un detergente que a otra cosa me explicó que era la última que le quedaba.
Pero no buscaba algo rico, sino algo que calentara las tripas, así que sin dudarlo acepté el vaso que me tendió sobre la barra y lo tomé en tan solo 3 sorbos.
Enseguida noté que las luces comenzaron a acercarse y alejarse sin explicación alguna, y comencé a pensar con menor claridad. Mi equilibrio falló por un instante y me tambaleé como gil que no sabe tomar, obviamente llamando la atención de los que estaban atentos.
Al recuperar el equilibrio y hacer gestos para hacer notar que tenía todo bajo control comencé a buscar alguna hembra. Si, digo hembra y no por ser machista ni nada de eso, sino porque quería una mujer que satisfaciera mi sed lujuriosa que la bebida había despertado dentro de mí.
![]() |
Enseguida noté el espécimen que buscaba. Sentada en una mesa, de piernas cruzadas, fumaba un largo cigarro. Me acerqué sin dudarlo sentándome en la silla junto a ella.
-Hola bombón –dije con una sonrisa semejante a la de un camionero.
-¿Qué hacés retrasado mental? –dijo alejando su silla.
-¿Cómo que qué hago? Vi a la mujer más linda del lugar y vine, herrrrrrmosa. ¿Te invito unos maníes?
De pronto un dedo tocó mi hombro y un flaco de no menos de dos metros me partió una silla en la espalda. Después de ahí no recuerdo muy bien, pero me vi sumido en una ola de sensaciones que se asemejaban a mirar por un caleidoscopio.
Copado, pero a la mañana siguiente, cuando desperté en una zanja con la camisa ensangrentada les juro que nada era agradable. Nunca más volví a ver ese bar ni a aquella hembra que ni su cara recuerdo.
1 comentario:
Corrijo y queda joya. Me gustó, putón.
Diego.
Publicar un comentario