Suspenso en Jaureguiberry

Queridos fans de los Parchis:
La directiva de "Analfabestia!" estuvo reunida 5 días en Jaureguiberry sin sacar nada de provecho para la página. No es que no quisieramos escribir nada, sino que el no hacer nada estaba más tentador.
Igual tuvimos una dura tarea buscando y creando cosas que publicar. Mis sentidos se hán agudizado para facilitarme el trabajo y están 24 horas al tanto de lo que pasa a mi alrededor. En estos últimos 5 días he escuchado muchas cosas del cielo y de la tierra, y no menos del infierno.

Aaaaaaagh

Ustedes creerán que estoy loco, pero un loco jamás podría describir con tanta presición los siguientes hechos. ¡Si lo hubieran visto! Yo convivía con 2 personas llamadas Diego y Bruno. Ambas son personas que yo respeto y quiero, pero una tenía un defecto, algo que me molestaba y me hacía doler la cabeza. ¡Diego ronca! Esto era algo tortuoso para mi, noche tras noche daba vueltas entre las sábanas impedido de dormir por aquél ronco sonido. Yo no estaba en la misma habitación, pero la agudización de mis sentidos provocaron que realmente el sonido me sea tortuoso.
A la 5ta noche decidí actuar. Si vieran con que cautela procedí, un loco jamás hubiera sido tan precabido. Esperé a que todos estuvieran dormidos y me deslicé por la cama, evitando hacer el menor ruido posible.

Trepo, temo y temblo

Me acerqué hasta su cuarto y abrí la puerta muy lentamente, su puerta chilla y no quería despertarlos. Recién a la media hora la puerta estaba lo suficientemente abierta como para dejarme pasar. Caminé por el cuarto tan lentamente que de seguro que un caracol me superaría. Me quedé unos minutos contemplándolo. Su cuerpo se hallaba boca arriba y su cabeza algo recostada hacia atrás. Su boca, parcialmente abierta, dejaba escapar aquel tal irritante sonido. Fue entonces cuando decidí actuar. Me quité suavemente mi zapato izquierdo y golpeé a mi víctima dicisiete veces, las suficientes para que esta no pueda evitar vomitar pequeños fragmentos de su intestino delgado(*).
Tenía completa conciencia de lo que hacía, les repito, no estoy loco, y como hombre cuerdo sabía que matar a una persona era una grave infracción, no tenía duda alguna sobre qué devía hacer.
Tomé el cuerpo y lo descuarticé. Primero le corté las piernas, luego los brazos y por último la cabéza. Si, ese fué el orden, lo recuerdo muy bien. Vertí todos los restos en una palangana la cuál escondí bajo 3 tablas flojas del pizo. La habitación ya estaba limpia, luego de una dura tarea de trapeo. Ahora tan solo había que esperar.
A los 45 minutos apareció un raro espécimen en calsonzillos, con una mano se frotaba un ojo y con la otra se rascaba la panza.
_ ¿Dónde está Diego? -preguntó Bruno.
_ Se fué a caminar. -Contesté sumamente tranquilo. No había razón para agitarme.
_ Ah, porque sentí un grito y me preocupé. ¿Quién grito?... ¿A caminar? ¿Por qué estás sentado en la cama a las cuatro de la mañana con la mirada perdida y un zapato ensangrentado en la mano derecha?
Mierda, eran demasiadas preguntas, seguro que sospechaba algo. No tenía otra alternativa, no existía otra alternativa.
Me paré y lo miré fijamente aún con el arma en mi mano.
_ Bruno, ¿Alguna vez te dije cuanto te quiero?

Dedicado a Edgar Allan Poe y su cuento "Corazón Delator" inspirador de mi este update.


(*)El arma del crimen era un zapato sumamente pesado usado por guerreros de la dinastía Ming para enfrentar al imperio Bizantino en múltiples ocasiones, quizás esto explique la fatalidad de sus golpes (**).
(**) Quien se esté preguntando como llegaron estos zapatos a mis manos y por cuál motivo los usaba a tales horas de la noche la consideraré una persona no grata y por lo tanto no digna de recibir, de parte mía, respuesta a sus interrogantes.